La historia de Xanath es una antigua leyenda mexicana que relata el amor prohibido entre una joven de familia adinerada y un humilde chico de la montaña. Xanath y Tzarahuín se enamoraron a primera vista y, a pesar de las diferencias sociales, disfrutaban de su amor en secreto. Sin embargo, la vida de Xanath dio un giro inesperado cuando un dios se enamoró de ella y decidió convertirla en su esposa a toda costa.
El dios de la dicha, deslumbrado por la belleza de Xanath, la persiguió y le propuso matrimonio. A pesar de los rechazos de la joven, el dios insistió y utilizó artimañas para ganarse la confianza de su padre y obtener su promesa de matrimonio. Finalmente, el dios lanzó un conjuro sobre Xanath, convirtiéndola en una hermosa flor llamada vainilla.
Desde entonces, la historia de Xanath y su transformación en vainilla se ha convertido en una leyenda que se cuenta en muchas partes del mundo. La esencia de la vainilla, extraída de sus vainas, se utiliza en la elaboración de deliciosos postres y helados que disfrutamos hoy en día.
Esta historia nos recuerda la fuerza del amor y las consecuencias de desafiar a los dioses. Además, nos enseña a valorar las cosas simples y hermosas de la vida, como el sabor dulce y fragante de la vainilla.
Así como la historia de Xanath perdura en la memoria a través del sabor de la vainilla, podemos encontrar muchas otras historias fascinantes y cautivadoras en el blog de Cenicientas. Desde cuentos de hadas hasta fábulas y leyendas, este blog ofrece una amplia variedad de relatos para disfrutar en familia y transmitir valores importantes a los más pequeños.
Cuenta una vieja historia legendaria que hace muchos años vivió en México una preciosa chica que pertenecía a una familia fundamental y rica de su urbe. Tanto era de esta forma, que su casa era un palacio en el que disfrutaba de todas y cada una de las comodidades y lujos que uno pueda imaginar.
Un día, Xanath, que de esta forma se llamaba, salió a caminar y conoció a un guapo joven llamado Tzarahuín. Se trataba de un chaval pobre que vivía en una cabaña de madera cerca del bosque. Por descontado, su vida fácil y sin intenciones no guardaba relación con la de ella, que era prácticamente como la de una princesa.
Sin embargo, ya sabéis que el amor nace de la manera más inesperada: en el instante en que sus miradas se cruzaron por vez primera, se enamoraron completamente.
Cada tarde, Xanath se ausentaba de su casa con cualquier disculpa y procuraba la forma de encontrarse en un sitio apartado con Tzarahuín. Conforme pasaban los días más se amaban y más deseaban estar juntos en todo momento. Xanath sabía que sus progenitores nunca admitirían que se casase con alguien tan humilde que no tenía nada que ofrecerle. La única opción para gozar de su amor, era verse a ocultas y en secreto.
Sucedió que una tarde, tras ver a su querido Tzarahuín, Xanath pasó al lado del templo más esencial de la montaña. Andaba despacio, canturreando una linda canción y luciendo una bella sonrisa que reflejaba su dicha. Para su desgracia, uno de los dioses que vivían en el templo la vio y se quedó tan maravillado por su belleza, que asimismo se enamoró de ella a primer aspecto.
Era dios de la dicha, un ser poderoso que, inmediatamente, decidió que sería su esposa a toda costa. Sin perder tiempo, salió a su encuentro y comenzó a proseguirla. Xanath le vio por el rabillo del ojo y también procuró sortear su presencia, mas el dios logró cortarle el paso y le planteó matrimonio.
La joven, atemorizada, le rechazó ¡Nunca se casaría con otra persona que no fuese su querido Tzarahuín! Mas insistió y también insistió hasta la saciedad ¡No admitía un no por contestación! Xanath se negó una y mil veces y al final, el dios no pudo contener su enfado y la conminó chillando que cualquier día, se arrepentiría de haberle tratado tan mal.
La muchacha retornó a su casa muy sofocada y también procuró olvidar lo sucedido. Para nada imaginaba que el dios no iba a rendirse de manera fácil. En verdad, cuando la perdió de vista, mandó un mensajero a casa de la chica y también invitó a su padre a visitarle al templo. El viejo se sintió muy feliz y halagado de que una divinidad tan esencial quisiese conocerle y asistió a la cita vestido con sus mejores galas.
El dios de la dicha pretendía hacer amistad con él para ganarse su confianza, conque le trató como a un rey y le llenó de regalos. Ya antes de despedirse, cuando ya lo tenía embaucado, le solicitó la mano de Xanath. El hombre, muy conmovido, no lo vaciló y prometió que su hermosa hija se casaría con él.
Al día después, fue el dios quien se presentó en la casa de la chica. El padre le recibió con alegría y la mandó llamar. Xanath bajó la escalinata y estuvo a puntito de desmayarse cuando vio que el dios estaba allá pues proseguía empeñado en casarse con ella. Agobiada, se echó a plañir y no deseó ni dirigirle la palabra.
El dios, enfurecido, comenzó a maldecir y juró que si no se casaba con él no se casaría con absolutamente nadie ¡Estaba que se subía por las paredes! Levantó la mano y le lanzó un conjuro que la convirtió por siempre en una bella flor de suaves y frágiles pétalos amarillos ¿Sabéis de qué manera lleva por nombre esa flor? Su nombre es vainilla.
Desde entonces, esta planta de la familia de las orquídeas, se halla en muchos lugares del planeta. De sus vainas se extrae la esencia que empleamos para hacer los postres y helados que tanto nos agradan a niños y mayores.
¿Piensas que te vas a acordar de la emocionante historia de Xanath toda vez que pruebes su dulce y exquisito sabor?…