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Tatú y la capa de fiesta

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Cada año, a riberas del lago Titicaca, se festejaba una enorme celebración que reunía a muchos animales de todo género y condición. Las encargadas de extender la nueva por cielo y tierra acostumbraban a ser las gaviotas que, con sus agudos grititos, convocaban a todos a acudir en la data convenida. Esta vez, el guateque tendría sitio la próxima noche en que hubiese luna llena.

A medida que pasaban los días, los convidados se mostraban más inquietos que de costumbre ¡El tiempo apremiaba y debían prepararse a conciencia para lucir sus mejores galas!

El que más se intranquilizó fue Tatú, el armadillo. Su cuerpo estaba cubierto por una coraza gris que, la verdad, no le favorecía mucho. Con frecuencia, cuando contemplaba los hermosos colores de las aves o bien el largo y sedoso pelaje de las alpacas, creía que la madre naturaleza no había sido demasiado magnífica con él. La única ocasión que tenía para deslumbrar a el resto en esa celebración tan distinguida, era hilar una preciosa capa que tapase su caparazón. No disponía de muchos días, conque debía ponerse a ello lo antes posible.

Coser se le daba realmente bien puesto que era habilidosísimo manejando los hilos de seda. Con paciencia y mucho empeño, se puso a trabajar a lo largo de horas para fabricar el tejido más frágil y atractivo que absolutamente nadie hubiese visto ya antes ¡Estaba seguro de que ocasionaría sensación!

Una tarde, un zorro pasó por su parte y se le quedó mirando. Viéndole tan ocupado, le preguntó:

– ¡Hola! ¿Qué haces que no levantas la vista ni un segundo de esa lona?

– No me distraigas ¿Quizá no ves que estoy ocupadísimo?

– ¡Bueno, bueno, no te enojes! Solo tengo curiosidad ¿No me lo dirás?

– ¡Uy, qué pesado eres! Estoy tejiendo una capa para ponérmela el día de la celebración del lago ¡¿Satisfecho?!

El zorro sintió mucha envidia por el hecho de que la capa era hermosa. Si el armadillo se la ponía en la celebración absolutamente nadie le haría sombra y en cambio a él, no le mirarían ni las moscas. No pudo eludir sentir el deseo de fastidiarle.

– ¡Ay, Tatú, puesto que siento mucho decirte que no te dará tiempo de acabarla! ¡La celebración es esta noche y mira cuánto te queda por hacer!

El pobre armadillo se quedó de piedra y su cara se puso blanca como el nácar.

– ¡¿Esta noche?! … ¡¿Se festeja esta noche?!

– ¡Puesto que claro! Yo que me daba prisa por el hecho de que en un rato comenzará a salir la luna. Me voy a arreglarme asimismo ¡Entonces nos vemos!

El zorro se distanció riéndose por lo bajo ¡El inocente Tatú había picado el anzuelo! Ahora no le quedaría más antídoto que concluir su trabajo a toda velocidad y el resultado sería un bodrio ¡Ni en sueños lograría ser el gallardo de la celebración!

Mientas el zorro bellaco se distanciaba, Tatú, agobiado y con el sudor cayéndole a chorros por el morro, se puso a bordar como ido. Para ir más veloz, empleó un rollo de lana gruesa que nada debía ver con la primorosa y muy fina seda. Sabía que el tejido quedaría considerablemente más tosco, mas era la única forma de concluir la capa ya antes del anochecer. Encima, como las desgracias jamás vienen solas, con las prisas las hebras de lana se enmarañaron y formaron ciertos nudos grandes como garbanzos que se veían a un metro de distancia ¡Qué desastre!

Tatú logró finalizar a tiempo, justo cuando la luna aparecía en el firmamento, mas no estaba nada contento con el resultado. Había trabajado durísimo para elaborar la capa más increíble y al final había debido concluirla apretando el acelerador y de forma torpe. Los fallos, pensó tatú, eran más que evidentes.

Se quedó mirando a la luna con carita de pena y…

– ¡Oh, no! ¡Mas si el día de hoy no es luna llena! ¡Ese zorro imbécil me engañó!

Tatú no se confundía. La luna estaba creciente, lo que quería decir que todavía faltaban varias noches para la enorme celebración.

Se enojó mucho y las lágrimas empezaron a aflorar de sus ojillos. Lo que más saña le daba era que ya no podría descoser la última una parte del trabajo: deshacer los nudos era misión imposible pues estaban demasiado apretados y tampoco había tiempo a mudar la ramplona lana por la seda. Debió admitir que debería ponérsela tal como, con todos esos defectos incluidos.

Unas cuantas noches después, la luna llena apareció enorme sobre el lago ¡El instante había llegado! Tatú se puso la capa a duras penas, mas cuando se vio al espéculo cambió de opinión. No, no era la capa más perfecta del planeta, mas sí la más original. La mezcla de hilos finos y gruesos le daban un toque muy chic y curiosamente los nudos quedaban sensacional. Sin quererlo había creado una prenda peculiar de esas que crean tendencia en la moda que le daban un aire de tipo moderno y a la última.

Cuando apareció en la celebración, se formó un revuelo de animales a su alrededor ¡Todos se quedaron maravillados de lo muy elegante que iba y de lo singular que era su capa! Tatú se percató de que la mala jugada del zorro al final le había favorecido. Se transformó en el centro de todas y cada una de las miradas y fue la mejor celebración de su vida.

© Cristina Rodríguez Lomba

Licenciada en Geografía y también historia. Especialidad Arte Moderno y Moderno.

Registrado en SafeCreative.

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