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Los dos amigos – Cenicientas.es

Había una vez 2 amigos llamados Pedro y Ramón que se querían mucho. Desde pequeños iban juntos a todas y cada una partes. Les encantaba salir a pescar, jugar al escondite y observar a los insectos. Cuando comenzaban a sentir apetito, se sentaban un rato en cualquier lugar y entre risas compartían su merienda. Pedro acostumbraba a comer pan con chocolate y le daba la mitad a Ramón. A cambio, le daba galletas y jugo de naranja. Estaban muy sincronizados y entre ellos nunca se peleaban.


Pasaron los años y se hicieron mayores, mas la amistad no se rompió. Al revés, día a día se sentían más unidos. Como eran adultos ya no jugaban a cosas de niños, mas proseguían reuniéndose para echar partidas de ajedrez, cenar juntos y contarse sus cosas. Eran tan inseparables que hasta edificaron sus casas una al lado de la otra.


Una noche de invierno, Pedro se despertó alterado. Se puso el sobretodo de lana, se calzó un par de zapatos y llamó a la puerta de su amigo y vecino. Llamó y llamó múltiples veces con insistencia hasta el momento en que Ramón le abrió. Al verle se amedrentó.


– ¡Pedro! ¿Qué haces acá a estas horas de la noche? ¿Te pasa algo?


Pedro iba a contestar, mas su amigo Ramón estaba tan agitado que prosiguió hablando.


– ¿Han entrado a tu casa a hurtar en plena noche? ¿Te has puesto enfermo y precisas que te lleve al médico? ¿Le ha pasado algo a tu familia? …¡Dímelo, por favor, que me pongo nerviosísimo y bien sabes que puedes contar conmigo para lo que sea!


Su amigo Pedro le miró fijamente a los ojos y sosegándole, le dijo:


– ¡Oh, amigo, no es nada de eso! Dormía y soñé que el día de hoy estabas triste y preocupado por algo. Sentí que debía venir para revisar que solo era un sueño y que realmente te hallas bien. Dime… ¿Cómo te encuentras?


Ramón sonrió y miró a Pedro con ternura.


– Mil gracias, amigo. Gracias por preocuparte por mí. Me siento feliz y nada me preocupa. Ven acá y dame un abrazo.


Ramón estaba conmovido. Su amigo había ido en plena noche a su casa solo para cerciorarse de que se hallaba bien y ofrecerle ayuda por si acaso la precisaba. No había duda de que la amistad que tenían era de veras. Tanta emoción les quitó el sueño, conque se prepararon un buen chocolate caliente y gozaron de una de sus animadas conversaciones hasta el amanecer.


Moraleja: los amigos verdaderos son aquellos que se cuidan mutuamente y están pendientes uno del otro en los buenos y malos instantes.

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