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Los caminantes – Cenicientas.es

Hace bastante tiempo, un día de primavera, iban 2 hombres paseando juntos mientras que conversaban hablaban de las cosas del día tras día. Se llevaban realmente bien y a los dos les agradaba la compañía del otro.


De repente, uno de ellos llamado Juan, vio algo que le llamó la atención.


-¡Eh, mira eso! ¡Es una bolsa de piel! Alguien ha debido de perderla ¿Qué va a haber dentro? ¡Venga, vamos a revisarlo!


Su amigo Manuel, le miró intrigado.


– Está bien… ¡Tal vez contenga algo de valor!


Aceleraron el paso y cogieron la bolsa de forma cuidadosa. Estaba atada con fuerza con una cuerda, mas eran 2 tipos hábiles y la desplegaron en menos que canta un gallo. Cuando vieron su contenido, no podían creérselo.


– ¡Oh, esto es increíble! ¡Está repleta de monedas de oro! – exclamó Manuel alegre de dicha – ¡Qué suerte hemos tenido!


A Juan se le congeló la sonrisa y respondió a su amigo con desdén.


– ¿Hemos?… ¿Qué deseas decir con que hemos tenido suerte? Disculpa, mas soy quien ha visto la bolsa, con lo que todo este dinero es mío y solo mío.


Manuel se quedó abatido. Se suponía que eran amigos y le pareció fatal una actitud tan ególatra. Incluso de este modo, decidió acatar su resolución y dejar que todo fuera para él. Reanudaron el camino sin dirigirse la palabra, Juan con una sonrisa de oreja a oreja y Manuel, como resulta lógico, muy enfadado.


Apenas habían pasado 15 minutos cuando, en la distancia, vieron que 5 hombres con malísima pinta se aproximaban a ellos montados a caballo. Antes que pudiesen reaccionar, los tenían a su lado a puntito de hurtarles todo aquello de valor que llevaban encima. El jefe de la banda se percató de que Juan ocultaba un saco en su mano derecha.


-¡Rodead a este! – chilló con voz desapacible, tal y como si se le hubiese metido un cuervo en la garganta – ¡Me apuesto el cuello a que la bolsa que lleva está llena de dinero contante y sonante!


Los ladrones ignoraron a Manuel por el hecho de que no llevaba nada encima ¡Solo les interesaba el saco de monedas de Juan! Manuel aprovechó para separarse silenciosamente del conjunto, mas para Juan no había escapatoria posible. Los 5 delincuentes le tenían totalmente acorralado. Con el rabillo del ojo vio de qué forma Manuel se largaba de allá y le dijo:


– ¡Estamos perdidos! ¡Estos hombres nos dejarán sin nada!


– ¿Qué deseas decir con que estamos perdidos? Me dejaste clarísimo que el tesoro era tuyo y únicamente tuyo, conque ahora apáñatelas como puedas con estos ladrones, pues me marcho.


Manuel puso pies en polvorosa y desapareció de su vista en un instante. Su ególatra compañero se quedó solo en frente de los 5 delincuentes, procurando resistirse tanto como pudo. Al final, no le sirvió de nada, pues se quedó solo frente al riesgo y le quitaron la bolsa a empujones. Los ladrones se fueron con el botín y se quedó tirado en el suelo, dolorido y con magulladuras por todo el cuerpo.


Tardó un buen rato en recomponerse y tomar el camino de vuelta a casa. Mientras que retornaba, tuvo tiempo para meditar y percatarse del fallo que había cometido. La avaricia le había hecho perder no solo las monedas, sino más bien asimismo a un buen amigo.


Moraleja:Si no te comportas como buen amigo de tus amigos, no aguardes que en los malos instantes estén ahí para asistirte.

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