Saltar al contenido

La princesa y el jazmín

Portada » cuentos cortos infantiles para niños » La princesa y el jazmín

Disfruta de este cuento como quieras

00:00/00:00

Había una vez una preciosa princesa que vivía en un enorme y suntuoso palacio. Podemos meditar que lo tenía todo, mas no… La princesa vivía encerrada por el hecho de que sus progenitores, los reyes, ni tan siquiera le dejaban salir a jugar al jardín. La niña se sentía triste y solo tenía como compañía un precioso jazmín. A esta frágil flor le contaba sus penas y sus anhelos más íntimos.

– ¡Uy, amigo jazmín…! Siempre y en toda circunstancia estoy desganada entre estas 4 paredes. En cambio, la hija del carbonero corre por el jardín persiguiendo mariposas y sintiendo la yerba fresca bajo sus pies descalzos ¡Cuánto me agradaría salir a correr y jugar al aire libre!

La flor, que era mágica, sintió pena por la niña y deseó que cumpliese su deseo.

– Sal si deseas, querida princesa. A fin de que no lo descubran, voy a guardar tu voz mientras que no estás.

La niña se puso contentísima y salió de palacio sorteando a los centinelas de la puerta. Absolutamente nadie se percató de que había salido.

La reina pasó un rato después por su habitación y llamó a la puerta.

¡Toc toc toc!

– ¿Hija mía, estás ahí?

El jazmín respondió imitando la voz de la princesa.

– ¡Sí, mamá, leo!

La madre se fue apacible, mas pasaron 2 horas y la niña no bajaba a comer, con lo que subió nuevamente a su cuarto.

¡Toc toc toc!

– ¿Prosigues leyendo, hija? ¿Estás bien?

– Sí, mamá, prosigo leyendo, despreocúpate.

Pero la reina, extrañada de que su hija estuviese tan enfrascada en la lectura, decidió entrar sin solicitar permiso. Allá no había absolutamente nadie.

– Mas hija… ¿Dónde estás? ¡No te veo!

– Estoy acá, mamá – afirmó el jazmín desde su maceta.

La reina oía la voz mas no veía a su hija. Atemorizada, llamó al rey, quien por su parte llamó a los guardas.

– Querido, mismo verificarás de qué forma en esta habitación se oye la voz de nuestra hija mas no hay ni indicio de ella – afirmó la reina, abatida.

El rey hizo la prueba.

– Hija… ¿Estás acá? ¿Dónde te ocultas? Sal a fin de que podamos verte.

– Estoy acá, papá – respondió el jazmín con la voz de la niña.

La reina miraba a la flor y se percató de que era quien charlaba.

– ¡Oh, no puede ser! – murmuró espantada, llevándose las manos a la boca – ¡Esta flor está hechizada! ¡Ese jazmín habla tal y como si fuera nuestra hija!

El rey, estupefacto, arrancó la flor de la tierra y se la entregó a un soldado.

– ¡Echen al fuego ya este jazmín! ¡Deseo que arda en la chimenea hasta el momento en que solo queden cenizas!

Justo en ese instante la princesita apareció por la puerta suplicando.

– ¡Por favor, no lo hagas! Ese jazmín es la única compañía que tengo en mis días de soledad. Tan solo deseaba asistirme a fin de que pudiese salir un rato a jugar.

El rey no dio su brazo a torcer. No iba a dejar que su querida niña tuviese una flor encantada ¡A saber qué hechizos o bien maldiciones podía hacer!

– ¡Ni charlar! ¡Eso ni lo sueñes! ¡Esa maldita flor desaparecerá de mi vista ya!

La princesa hizo un veloz movimiento y le quitó el jazmín a un soldado larguirucho que lo mantenía pasmado mientras que aguardaba nueva orden. Abrió la boca y se la tragó.

A partir de ese instante, la flor vivió dentro de ella por siempre y cuenta la historia legendaria que todo el que se aproximaba a la princesa, apreciaba un frágil aroma a jazmín perfumando su boca.

© Cristina Rodríguez Lomba

Licenciada en Geografía y también historia. Especialidad Arte Moderno y Moderno.

Registrado en SafeCreative.

Estos cuentos asimismo te pueden gustar:

Las 2 hermanas y la naranjaEl pato feoLa tortuga charlatanaEl cascabel al gatoLa esmeralda encantadaEl hombre que deseaba ver el marCargando…

El navegador que usas está desactualizado. Las alocuciones no pueden reproducirse. Instala la remata versión del navegador Chrome para aprovechar de todas y cada una de las funcionalidades de los cuentos interactivos

¡Haz clic para puntuar esta entrada!
(Votos: 0 Promedio: 0)