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La piedra de toque – Mundo Primaria

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Dice una vieja historia que hace muchos, muchos años, vivió un anciano que guardaba un enorme secreto. Sus días en este planeta llegaban a su fin y, ya antes de partir, decidió contárselo a un hombre bueno y responsable en quien confiaba.

– Debes saber que hay una pequeña piedra famosa como piedra de toque, capaz de darte todas y cada una de las riquezas que desees. Te revelo este secreto a fin de que tengas la ocasión de localizarla y prosperar tu vida.

– Mil gracias, señor, pero… ¿Dónde he de buscar esa piedra tan singular?

– Parece que se halla entre los miles y miles de guijarros que abundan en la playa, conque distinguirla es una tarea muy difícil.

– Entonces… ¿De qué forma voy a saber cuál es?

– Verás… Todas y cada una de las piedras que están en la ribera del mar se sienten frías al tacto, puesto que se pasan horas salpicadas por el agua. La piedra de toque es la única piedra que apreciarás caliente al tocarla.

Al hombre le pareció prácticamente imposible localizar la piedra de toque, mas incluso de esta manera, se planteó procurarlo. Desde ese momento, cada mañana asistía a la playa y daba largos paseos recorriendo la ribera. A cada paso se inclinaba para coger una de tantas piedras planas y relucientes que bañaba el mar, la lanzaba lejos sobre las olas y probaba con otra. Todas y cada una estaban frías, friísimas. La fortuna no parecía estar de su parte.

Horas, días, semanas, meses, se pasó recogiendo guijarros sin éxito alguno. Al comienzo, su obsesión era localizar la piedra de toque como fuera, mas con el tiempo, aprendió a tomárselo con más calma y a gozar de lo que tenía alrededor: el azul y espumoso mar, el aire limpio que bajaba de la montaña, el relajante sonido del oleaje,… Aun se habituó a quitarse las sandalias para poder sentir la caricia de la arena tibia bajo sus pies.

El camino por la playa para buscar la piedra de toque pasó a ser, sin caer en la cuenta, el instante que más disfrutaba del día. Tanto, que llegó a olvidar la razón primordial por la que asistía muy puntualmente a la playa. Realmente, estaba más pendiente de la preciosa salida del sol o bien de la manera que ese día tenían las nubes, que de localizar la conocida piedra.

Así que en el momento en que un día cogió una que estaba caliente, ni se enteró. Por la fuerza de la costumbre la sujetó y, con la mirada perdida en el horizonte, la lanzó lo más lejos que la fuerza de su brazo le dejó. Mientras que volaba sobre el mar, se percató de que era la valiosa piedra de toque, mas ya era demasiado tarde ¡su única ocasión de hacerse millonario se había difuminado!

En vez de disgustarse, sonrió. Entendió que había cometido ese fallo por el hecho de que, tras tanto tiempo de busca, habían alterado sus prioridades. Ahora, salía cada mañana a gozar de la naturaleza, de la playa, del mar. Se había dejado llevar por la belleza que le rodeaba y la ambición había quedado a un lado.

© Cristina Rodríguez Lomba

Licenciada en Geografía y también historia. Especialidad Arte Moderno y Moderno.

Registrado en SafeCreative.

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