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La garza y la zorra

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En cierta ocasión, una garza y una zorra se hicieron amigas. Se llevaban tan bien que la zorra decidió invitar a su nueva compañera de aventuras a comer.

– ¿Te agradaría comer conmigo mañana? Voy a preparar algo rico para ti.

– ¡Por supuesto que sí! Lo vamos a pasar bien.

Al día después, la garza llegó puntual a casa de su anfitriona. Su buena amiga había preparado mazamorra, un postre propio de Argentina, elaborado con maíz, azúcar, leche y canela. La zorra se aproximó a la cocina, cogió la olla y vertió el contenido sobre una piedra grande y llana. La mazamorra, que era muy líquida, se esparció.

– Sírvete cuanto quieras, amiga ¡Espero que te guste!

– Mil gracias ¡Tiene un aspecto exquisito y huele sensacional!

Pero la pobre garza empezó a picar y apenas podía coger algún grano de maíz. Mientras que la zorra lamía la piedra con la lengua, a ella le resultaba imposible probar la leche azucarada con el largo y afilado pico. Al final, resultó que la zorra comió hasta hartarse y se quedó fallecida de apetito.

El ave, que era muy inteligente, se percató de que la zorra había querido burlarse de ella y decidió pagarle con exactamente la misma moneda. Una vez terminada el alimento, se despidió sin perder en ningún instante la educación ni la compostura.

– Mil gracias, querida, por tu convidación. Deseo corresponderte como se debe. Ven mañana a mi casa y esta vez voy a ser quien prepare algo rico para las 2.

– ¡Oh, sí, cuenta con esto!

– ¿Qué te semeja a la una?

– Estupendo, allá voy a estar ¡Hasta mañana!

La garza aguardó a que la zorra se presentase en su hogar a la hora convenida. La zorra llegó hambrienta y deseando probar el rico plato que su amiga había preparado en especial para ella, puesto que según parece, tenía fama de ser buenísima chef.

– Tengo para ti una miel exquisita, pues sé de buena tinta que a los zorros os agrada mucho.

– ¡Ay, qué bien, me chifla!

Se sentó a la mesa y la garza apareció con una miel compacta y dorada como ninguna ¡Qué buena pinta tenía!

– Sírvete toda cuanta desees, amiga.

Pero había un problema… La garza la había metido en una botella de cuello larguísimo y la zorra no podía introducir la pata en ella para comer. En cambio, la garza metió su fino pico y degustó con placer el exquisito oro líquido que contenía.

La zorra nada pudo hacer puesto que se había transformado, como acostumbra a decirse, en el burlador burlado. Se había creído muy taimada mas debió soportar la degradación de que otro animal, lo fuera más que élla. Abochornada, retornó a su casa con la tripa vacía.

© Cristina Rodríguez Lomba

Licenciada en Geografía y también historia. Especialidad Arte Moderno y Moderno.

Registrado en SafeCreative.

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