Saltar al contenido

El zorro inteligente | CUENTOS para niños

Portada » cuentos cortos infantiles para niños » El zorro inteligente

Disfruta de este cuento como quieras

00:00/00:00

Cuenta la historia que un león y una leona vivían juntos en una gruta. Él era el rey de los animales y la reina. Aparte de trabajar mano a mano poniendo paz y orden entre los animales, estaban casados y se llevaban realmente bien.

Un día, tras múltiples años de amor y convivencia, el león cambió de opinión.

– Lo siento, querida esposa, mas ya no deseo vivir contigo.

La leona no se lo aguardaba y se puso realmente triste.

– Pero… ¿por qué razón? ¿Es que ya no me quieres?

El león fue muy honesto con ella.

– Sí, te quiero, mas te dejo pues atufas y ya no soporto más ese fragancia que desprendes y que atufa toda la gruta.

La pobre se enfadó mucho y lógicamente se sintió muy insultada.

– ¿Qué hiedo?… ¡Eso es patraña! Me lavo todos y cada uno de los días y cuido mi higiene para estar siempre y en toda circunstancia limpia y tener el pelo refulgente ¡Tú lo afirmas pues te has enamorado de otra leona y deseas irte a vivir con ella!

¡La riña estaba servida! La pareja empezó a discutir vehementemente y ninguno daba su brazo a torcer. Pasadas 2 horas la leona, agotada de reñir, le afirmó a su marido:

– Como no nos ponemos conforme te planteo que llamemos a 3 animales y que opinen si es cierto que huelo mal o bien es una patraña de las tuyas.

– ¡Conforme! ¿Te semeja bien que informemos al burro, al cerdo y al zorro?

– ¡Por mí no hay inconveniente!

Pocos minutos después los 3 animales escogidos al azar se presentaron en la gruta obedeciendo el orden real. El león, con mucha pomposidad, les explicó el motivo de la improvisada reunión.

– ¡Gracias por asistir con tanta celeridad a nuestra llamada! Os hemos reunido acá por el hecho de que precisamos vuestra opinión honesta. La reina y hemos nos hemos enzarzado en una discusión muy desapacible y precisamos que decidáis quién afirma la verdad.

El burro, el cerdo y el zorro ni pestañearon ¿Qué debían decidir? ¡Estaban intrigadísimos aguardando a que el león se lo contase!

– Deseo que os aproximéis a mi esposa y afirméis si huele bien o bien huele mal. Eso es todo.

Los 3 animales se miraron atemorizados, mas como se trataba de una orden de los reyes, escurrir el bulto no era una alternativa.

Alguien debía ser el primero y le tocó al burro. Bastante atemorizado, dio unos pasos cara adelante y arrimó el morro al cuello de la leona.

– ¡Puf! ¡Qué horror, señora, huele que atufa!

La leona se sintió insultada y perdió los nervios.

– ¡¿De qué manera te atreves a hablarle de esta manera a tu reina?!… ¡Desde ya quedas expulsado de estos territorios! ¡Lárgate y no vuelvas jamás más por acá!

El borrico pagó carísima su contestación y se fue con el rabo entre las piernas en pos de un nuevo sitio para vivir.

El cerdo, viendo lo que terminaba de pasarle a su compañero, creyó que jugaba con ventaja mas que incluso de este modo debía calibrar realmente bien lo que debía contestar. Se acercó a la leona, la olfateó pausadamente, y a fin de que no le ocurriese lo mismo que al burro, dijo:

– ¡Puesto que me semeja un placer aproximarme a por el hecho de que desprende un aroma divino!

Esta vez fue el león el que entró en cólera.

– ¡¿Dices que el que engaña soy ?!… ¡Debería darte vergüenza contrariar a tu rey! ¡Lárgate de este reino por siempre! ¡Fuera de mi vista!

El cerdo, que creía que tenía todas y cada una de las de ganar, fracasó clamorosamente. De la misma manera que el burro, debió exilarse a tierras lejanas.

¡Solo quedaba el zorro! Imagínate el problema que tenía en ese instante el infortunado animal mientras que aguardaba su turno. Si afirmaba lo mismo que el burro, la reina se enfadaría; si afirmaba lo opuesto como el cerdo, la bronca se la echaría el rey ¡Qué terrible situación! Debía meditar algo ocurrente lo antes posible o bien su destino sería exactamente el mismo que el de sus colegas.

Quieto, tal y como si estuviese petrificado, escuchó la voz del rey león.

– Zorro, te toca a ti. Acércate a la reina y danos tu resolución.

Al zorrito le costó moverse por el hecho de que le tremía todo el cuerpo. Tragando saliva se dirigió a donde estaba la leona y con mucho respeto la olisqueó. Después, se apartó y volvió a su lugar.

El rey ardía en deseos de escucharlo.

– ¿Y bien? ¡Nos tienes en ascuas! Di lo que debas decir.

El zorro, tratando de aparentar calma, fingió tener un tanto de tos y afirmó con voz quebrada:

– Majestades, siento no poder asistirles, mas es que a mí no me huele ni bien ni mal por el hecho de que estoy resfriado.

El león y la leona se miraron sorprendidos y debieron aceptar que no podían castigar al zorro pues su contestación no ofendía ni dejaba por mentiroso a ninguno de los 2.

El rey león tomó la palabra.

– Está bien, lo comprendemos. Puedes marcharte a casa.

Nadie sabe de qué manera terminó la historia, ni quién llevaba la razón, ni si por último la pareja alcanzó un acuerdo de separación. Lo que sí sabe todo el planeta es que el inteligente zorrito consiguió librarse del castigo de los reyes merced a su simpática ocurrencia.

© Cristina Rodríguez Lomba

Licenciada en Geografía y también historia. Especialidad Arte Moderno y Moderno.

Registrado en SafeCreative.

Estos cuentos asimismo te pueden gustar:

Las 2 vasijasLa luciérnaga que no deseaba volarEl tigre y la vacaAlí Babá y los cuarenta ladronesKitete y sus hermanosLa balanza de plataCargando…

El navegador que empleas está desactualizado. Las alocuciones no pueden reproducirse. Instala la remata versión del navegador Chrome para aprovechar de todas y cada una de las funcionalidades de los cuentos interactivos

¡Haz clic para puntuar esta entrada!
(Votos: 0 Promedio: 0)