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El tigre que balaba – Mundo Primaria

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Hace muchos años, una tigresa estaba a puntito de dar a luz. Una tarde de mucho calor sintió que le flojeaban las piernas y apreció que el instante había llegado; se tumbó sobre la yerba, se puso lo más cómoda que pudo y dejó que su pequeña cría naciese.

¡Era un bebé tigre hermoso! Empezó a lamerlo con mucho cariño para adecentarlo cuando, repentinamente, oyó que se aproximaban unos cazadores. Sostuvo con fuerza a su cachorrito con las mandíbulas y echó a correr, mas el estruendo de un disparo infernal la amedrentó y involuntariamente lo soltó en plena escapada.

El pequeño tigre escapó atemorizado en dirección opuesta y se perdió. Cuando se vio fuera de riesgo, paseó y paseó sin saber realmente bien qué hacer ¡Terminaba de nacer y no sabía nada de la vida!…

A lo lejos vio un rebaño de animales lanudos y con timidez se aproximó. Él no lo sabía, mas eran ovejas. Todas y cada una se sorprendieron al ver un pequeño tigre por allá, mas viendo que era muy pequeñín y estaba absolutamente indefenso, lo acogieron con amor y decidieron cuidarlo tal y como si fuera uno más del conjunto.

Así fue de qué forma el pequeño tigre medró en un verde prado rodeado de ovejas y corderos. A lo largo de muchos meses se nutrió de yerba, pasó las horas durmiendo bajo el sol e inclusive aprendió a balar ¡Como se había criado entre ovejas se sentía una oveja asimismo! En poquitos meses medró mucho, mas prosiguió siendo manso y obediente como los miembros de su improvisada familia.

Un día apareció por la zona un enorme tigre presto a agredir el rebaño. El peligroso animal avanzaba oculto entre los matorrales para no ser descubierto y con los colmillos preparados comerse a una de las ovejas. Cuando estaba a puntito de lanzarse por sorpresa sobre la víctima escogida, se encontró con que, junto a ella, había un tigre con cara de bueno que balaba sin parar.

Ver semejante imagen le congeló la sangre.

– ¿Un tigre que se comporta como una oveja? ¡Esto es imposible! ¡He de estar soñando!

Se frotó los ojos para despertar mas no, no estaba ni dormido ni desvariando. El tigre proseguía allá venga a decir “¡Beee, beee!”. Tal era su curiosidad que se olvidó del apetito que tenía y decidió acercarse a ver esa extrañeza de la naturaleza. Dio unos pasos cara el tigre balador al paso que las ovejas se desperdigaban para no correr riesgo. En la mitad del pasto, solo se quedaron 2, cara a cara.

El tigre intruso, muy desconcertado, aprovechó para preguntarle:

– ¡Hola, amigo! ¿Qué haces acá, pastando y balando como una oveja?

La contestación que recibió fue:

– ¡Beee, beee!

El feroz tigre no se podía opinar lo que veía y debió hacer grandes sacrificios para no soltar una carcajada.

– ¡Mas si eres un tigre! ¡Un tigre, no una oveja!

El espantadizo animal, le respondió:

– ¡Beee, beee!

El gran tigre se percató de que el pobre no era siendo consciente de quién era realmente.

– ¿Con que esas tenemos? ¡Levántate y ven conmigo!

Muerto de temor, el joven tigre se levantó y le prosiguió hasta un estanque.

– ¡Baja la cabeza y mírate en el agua! ¿Lo ves? ¿Ves tu reflejo? ¡Tú eres como , un tigre grande y feroz, y los tigres grandes y feroces no balan ni comen yerba!

El ingenuo tigre observó su aspecto de arriba abajo y se percató de que era muy, muy diferente a su familia adoptiva. Por vez primera en su vida se sintió tigre y no borrego.

– Anda, vente conmigo. Veo que las ovejas te han criado con ternura y prometo que no les voy a hacer daño, mas tu lugar no está acá, sino más bien con nosotros.

El joven tigre se despidió de sus compañeras y les dio las gracias por haber sido tan buenas con él. Después, prosiguió al gran tigre hasta su nuevo hogar.

La manada le recibió con los brazos abiertos mas quién más se conmovió con su llegada fue una bella tigresa que lo reconoció solamente verlo pues era su mamá ¡La alegría que sintieron al rencontrarse fue inenarrable!

Su madre y sus nuevos amigos se encargaron de enseñarle a rugir y comer carne como corresponde a los tigres adultos. Con el tiempo aprendió a ser mismo, y si bien con las ovejas había sido muy dichoso, reconoció que este era su entorno, el sitio que le correspondía de veras.

Por fin, en su vida, todo encajaba con perfección.

© Cristina Rodríguez Lomba

Licenciada en Geografía y también historia. Especialidad Arte Moderno y Moderno.

Registrado en SafeCreative.

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