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El rey confiado – Mundo Primaria

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Hace muchos años, en un reino pequeño mas muy próspero, regía un rey justo y benevolente que era muy querido por su pueblo. El monarca estaba muy orgulloso de que las cosas fuesen bien por su territorio mas había una cuestión que le tenía continuamente preocupado: era siendo consciente de que tenía un carácter demasiado confiado y le abrumaba meditar que en cualquier instante podía aparecer un despiadado que se aprovechase de su bondad.

Un día, a lo largo de la cena, le afirmó a su esposa:

– Me considero buena persona y tengo temor de que alguien me traicione ¿Qué puedo hacer, amor mío, para solventar este tema que tanto me estresa?

– Querido, si te sientes inseguro, deja que alguien te asista y te recomiende en las situaciones bastante difíciles.

– ¡Tienes toda la razón! Ya sé lo que haré: voy a nombrar un consejero a fin de que me avise cuando alguien intente hacerme una jugada ¡Va a ser mi mejor cooperador y amigo!

– ¡Eso está realmente bien!

– Sí, mas debo llevar cuidado en el momento de escoger a la persona conveniente. Debe ser el hombre más inteligente del reino a fin de que absolutamente nadie pueda engañarle tampoco a él.

Dicho esto, el rey abandonó el comedor y reunió a cincuenta mensajeros reales en el salón del trono.

– Os he mandado llamar por el hecho de que deseo que recorráis todas y cada una de las urbes, pueblos y aldeas anunciando a mis súbditos que busco a la persona más inteligente del reino. Entre todos y cada uno de los que asistan a mi llamada escogeré a mi porvenir consejero, a mi hombre de confianza. Decidles que , el rey, les espero en esta sala en una semana.

¡No había tiempo que perder! Todos y cada uno de los mensajeros montaron en sus caballos y propagaron la nueva por los lugares más recónditos. 7 días después, decenas y decenas de aspirantes se reunieron en torno al monarca deseando percibir lo que debía decirles.

Había aspirantes para todos y cada uno de los gustos: jóvenes, ancianos, mercaderes, médicos, orfebres, pescadores… Todos muy ilusionados por lograr un cargo tan esencial.

El rey, sentado en su trono dorado, les charló en voz alta y firme:

– Imagino que cada uno de ellos de vosotros sois personas verdaderamente inteligentes, mas como sabéis, solo puedo quedarme con uno. Quien consiga superar el reto que voy a proponer, va a ser nombrado consejero real.

El silencio en la sala era tal que podía escucharse el zumbido de una mosca. El rey prosiguió con su alegato.

– La prueba es la siguiente: estoy sentado en mi trono y no pienso levantarme mientras que estéis en la sala, mas el que logre persuadirme de que lo haga, el que logre que me ponga de pie, se va a quedar con el cargo.

Durante dos horas los aspirantes al puesto, usando todas y cada una de las tretas posibles, procuraron convencer al rey. Ninguno logró que levantara sus reales posaderas del trono.

Cuando daba la sensación de que el reto del rey no había servido para nada, un tímido chaval que aún no había dicho ni mu apareció de entre las sombras y se le aproximó.

– Me presento, alteza. Mi nombre es Yeshi.

– Te escucho, Yeshi.

– Deseo hacerle una pregunta: ¿Cree que alguien puede obligarle a cruzar la puerta y salir de este salón?

El rey se quedó estupefacto.

– ¡¿De qué manera va a obligarme alguien a salir de acá?! ¡Soy el rey y sobre mí no manda absolutamente nadie!

Para su sorpresa y la de todos y cada uno de los allá reunidos, Yeshi le contestó con absoluta tranquilidad:

– ¡Yo sí puedo!

El rey apretó los puños procurando contener la saña, mas le podía tanto la curiosidad que prosiguió escuchando el argumento del muchacho.

Yeshi apuntó la puerta de entrada al salón.

– Señor, ahora imagine que y ya estamos fuera de este salón ¿Qué me daría si consigo persuadirle de que entre nuevamente?

El rey respondió sin meditar bien las consecuencias:

– ¡Te nombraría mi consejero!

Yeshi, con una sonrisa, le animó:

– ¡Realmente bien! ¿Por qué razón no lo procuramos y salimos de dudas?

El rey, pensando que el reto era muy simple por el hecho de que tenía muy claro que absolutamente nadie iba a obligarle a entrar en el salón si no deseaba, admitió la propuesta del joven y se levantó de un saltito para salir por la puerta.

En cuanto dio 3 pasos se pispó de la inteligente jugada de Yeshi. Frenó en seco, se viró cara el chaval y guiñándole un ojo le dijo:

– ¡Efectivamente eres listísimo! Has logrado desviar mi atención a fin de que , sin darme cuenta, me levantara del trono ¡Has superado el reto y si alguien merece el puesto eres ! De ahora en adelante vas a vivir en palacio y me vas a ayudar día y noche como consejero y buen amigo.

Yeshi se sintió muy honrado y recibió un sonoro aplauso como reconocimiento a su perspicacia.

© Cristina Rodríguez Lomba

Licenciada en Geografía y también historia. Especialidad Arte Moderno y Moderno.

Registrado en SafeCreative.

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