Saltar al contenido

El gran viaje de Rok

Portada » cuentos cortos infantiles para niños » El gran viaje de Rok

El extraterrestre Rok estaba harto de vivir en Súlex, un planeta árido y sigiloso perdido en el cosmos. Día tras día era igual que el precedente y ya no lo aguantaba más.

  • Entre que somos pocos y no hay nada interesante que hacer, me aburro más que una piedra pómez.

Acababa de cumplir trescientos años y, puesto que su esperanza de vida era milenaria, aún se veía a sí mismo como un tipo joven con muchas ganas de gozar y cumplir ciertos deseos pendientes.

  • Creo que salir de la rutina y conocer sitios nuevos me va a venir realmente bien. ¡Ha llegado el instante de concederme un capricho y lanzarme a la aventura!

¡Dicho y hecho! Para festejar cifra tan redonda decidió despilfarrar y obsequiarse un viaje espacial. Si algo le apetecía locamente era ver planeta, o bien mejor dicho, otros mundos.

En el planeta Súlex no había estaciones del año ni nada semejante, mas sus habitantes sabían que cuando la luz del amanecer era anaranjada se daban las condiciones idóneas para volar por el espacio. Por esa razón, Rok esperó la llegada de una mañana color salmón para cargar al máximo la batería de su nave último modelo y salir a investigar fuera de los límites conocidos.

  • Al fin voy a efectuar el viaje sideral que en tantas ocasiones he soñado. ¡Qué emoción!

Los extraterrestres no precisan traje de astronauta para volar y mucho menos un casco que aplaste sus frágiles antenitas verdes, con lo que Rok solo debió ponerse unas lentes singulares para ver con claridad y conducir seguro entre tanto polvo galáctico.

  • Ya estoy listo para partir. ¡Adiós, planeta Súlex!

Entró en su moderno platillo volante, cerró la escotilla, se sentó en frente de la compleja pantalla de mandos, y apretó un botón cuadrado que le puso en órbita en un periquete.

  • Tres… Dos… Uno… ¡Despegue!

¡Rok estaba encantado! Recorrer la galaxia a velocidad supersónica no era cosa que uno pudiese hacer todos y cada uno de los días; mas además de esto, tenía otra gran motivación: deseaba ser el primero de su especie en lograr el sistema solar.

Tras muchas horas atravesando el espacio, negro como la boca de un lobo, lo logró.

  • ¡Bravo, bravo! El camino ha sido largo, mas no hay nada imposible cuando uno pone ilusión en el propósito. En resumen, veamos qué hay por estos lugares tan distanciados de mi civilización.

Rok fue pasando por delante de los planetas más esenciales y vio que no llegaban a la decena. Tras un rato observándolos pausadamente, debió aceptar que se sentía desilusionado, puesto que salvo uno que tenía un enorme anillo alrededor, todos le parecieron aproximadamente iguales.

  • ¡Vaya, no es lo que me aguardaba! Veo un planeta colorado lleno de dunas, otro cubierto de cráteres, aquel pequeño donde debe hacer un frío terrible… ¡Si bien parezca patraña, ninguno es mejor que el mío!

Allí, en la mitad de la obscuridad solo salpicada por el fulgor de alguna estrellita lejana, comenzó a proponerse dar media vuelta.

  • Nada por acá, nada por allá… Si lo llego a saber no me muevo de casa. ¡Ni tan siquiera veo una estación de hidrógeno líquido donde repostar!

Rok se percató de que su andadura interestelar estaba a puntito de terminar.

  • De nada sirve engañarse, esto es lo que hay. Retornaré a casa ya antes de quedarme sin comburente.

Iba a virar los mandos cuando de pronto, en el fondo a la derecha, percibió una gran esfera que resaltaba entre el resto.

Para cerciorarse de que no se trataba de un efecto óptico, achinó sus grandes ojos saltones.

  • Yo afirmaría que se trata de un planeta, mas un planeta rarísimo por el hecho de que tiene más colores que el resto de sus vecinos.

Estaba tan intrigado que pisó al máximo el acelerador y se acercó para verlo mejor. Como la mitad estaba a oscuras se situó en frente de la zona alumbrada por el sol, a una distancia conveniente para poder hacer una buena valoración.

  • ¡Vaya, qué interesante! Distingo zonas montañosas prácticamente yermas, mas asimismo grandes áreas verdes cubriendo la superficie. Y esas extensiones azules… ¿van a ser océanos?

Rok estaba completamente maravillado.

  • Aunque es peligroso, si no bajo a explorar me arrepentiré toda la vida.

Eligió un punto al azar y también empezó la maniobra de descenso. Cuando aterrizó apagó el motor, se quitó las lentes, abrió la escotilla, y ya antes de salir asomó la cabeza para revisar si la zona era peligrosa.

  • Mis antenas no advierten ni señales extrañas ni la presencia de posibles oponentes. ¡Vamos allí!

Rok abandonó la nave de un salto y se quedó fascinado al revisar que, bajo un cielo azul salpicado de nubes como jirones de algodón, se extendía una fantástica y exótica playa tropical. Terminaba de llegar al planeta Tierra.

  • ¡Uy madre!… ¡Esto sí es un auténtico paraíso!

Durante unos minutos no pudo ni moverse, estremecido como estaba por tanta belleza. Cuando pudo reaccionar, dejó atrás la nave y empezó a dar pasitos cortos en dirección al mar. ¡No te puedes imaginar el placer que le generó pasear sobre la arena blanca temperada por el sol y respirar aire limpio con aroma a sal!

  • ¡Qué disfrutada! Es el sitio más bello que he visto en 3 siglos de vida.

Estaba feliz y conmovido cuando, repentinamente, comenzó a encontrarse fatal.

  • ¡Ay, vaya, creo que me marcho a desmayar! Imagino que es por el hecho de que hace muchas horas que no como nada.

A diferencia de la Tierra, donde reina la naturaleza, en Súlex no existen los seres vivos, ni los animales ni las plantas, y de ahí que sus únicos habitantes, los extraterrestres, se nutren a base de productos sintéticos que mismos fabrican con restos de basura espacial.Para el hambriento Rok era urgente localizar alguna pieza industrial que llevarse a la boca.

  • Algo debe haber que sirva para activar mis circuitos… ¡Con dos tornillos o bien una pedazo de papel de aluminio me conformo!

Se adentró en la zona de bosque y vio matorrales infestados de moras, arándanos y frambuesas, mas claro, eso no era comida para él. Tampoco pescar entraba en sus opciones puesto que, a la inversa que para los humanos, los peces podrían resultar perjudiciales para su organismo.

  • Necesito restituir fuerzas o bien mi sistema eléctrico interno se desconectará para siempre y en toda circunstancia.

Volvió a la playa prácticamente arrastrándose, y al pobre le entraron muchas ganas de plañir.

  • Debí traerme un saco de restos para resistir por lo menos una semana. ¿De qué forma he podido ser tan insensato? Si no encuentro algo antes que anochezca, comenzaré a echar humo por las orejas y me voy a apagar sin antídoto.

De repente, una ola rompió contra la ribera y lanzó una vieja botella de plástico a sus pies.

  • ¡¿Qué ven mis ojos?! Mas si es comida… ¡y de la buena!

Cogió el recipiente antes que el mar lo devolviera a las profundidades y comenzó a salivar.

  • ¡Qué suerte la mía! ¡Menudo manjar!

Rok echó la cabeza cara atrás, metió la botella en la boca, la desmenuzó con sus potentes mandíbulas alienígenas, y la tragó.

  • ¡Oh, sí, estaba exquisita!

El extraterrestre apreció de qué manera se reactivaba la corriente dentro de sus cables conectores.

  • Gracias a este temtempié me siento un tanto mejor. Veré si hay más.

Rok se adentró en el mar y vio que el fondo estaba infestado de botellas de limpiador vacías, latas oxidadas, pedazos de cristales, y otros muchos artículos contaminantes que humanos sin escrúpulos habían tirado al agua. Esos desperdicios, llegados de lugares aparentemente civilizados por medio de las corrientes marinas, eran para Rok genuinos comestibles ‘gourmet’.

  • Estos plásticos, neumáticos y objetos de latón son dignos de un banquete de gran lujo. Decidido: ¡me quedo en este planeta para siempre y en toda circunstancia!

Desde ese lejano día, el pequeño y curioso extraterrestre Rok habita entre nosotros, y si bien no lo sabe por el hecho de que absolutamente nadie se lo ha contado, toda vez que come hace un enorme favor al medioambiente. En verdad, hay quien sospecha que, merced a esa ‘labor de mantenimiento’, el rincón en el que vive es uno de los más limpios y preciosos que existen en nuestro querido planeta Tierra.

¡Ah! ¿que deseas saber cuál es? Siento decirte que no lo sé, mas te sugiero que si alguna vez tienes la ocasión de visitar una playa solitaria, de esas que semejan de película, te fijes bien en sus aguas cuando vayas a bañarte. Si son cristalinas y prácticamente no tienen desperdicios, mira a tu alrededor por si acaso ves algún alienígena verde durmiendo la siesta bajo el sol.

© Cristina Rodríguez Lomba

Licenciada en Geografía y también historia. Especialidad Arte Moderno y Moderno.

Registrado en SafeCreative.

Estos cuentos asimismo te pueden gustar:

Lui el desobedienteLa ratita presumidaEl mono y la tortugaLas 3 truchasEl sastrecillo valienteEl Mago de OzFlipbook not found

¡Haz clic para puntuar esta entrada!
(Votos: 0 Promedio: 0)