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El barquero inculto – Mundo Primaria

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Hace tiempo vivía en la India un muchacho que pensaba que lo sabía todo. A lo largo de años había dedicado muchas horas al estudio y la lectura. Merced a ello, sus conocimientos sobre los temas más diferentes eran enormes. Llegó a saber tanto que se le subió a la cabeza y se transformó en un joven insolente que alardeaba de ser un erudito delante de todo el planeta.

Un día que se hallaba de viaje, llegó a un río anchísimo y caudaloso. Para cruzarlo, contrató los servicios de un humilde barquero que se ofreció a llevarle a cambio de unas pocas monedas.

Mientras el barquero bogaba, una bandada de pájaros sobrevoló el río. El joven, hizo un comentario a viva voz.

– ¡Qué interesante es el planeta animal! Concretamente, me resulta alucinante todo cuanto debe ver con las aves ¿Ha estudiado algo acerca de ellas?

– No, señor, no sé nada sobre eso – respondió el hombre inclinando la cabeza.

– Vaya… Puesto que siento decirle que ha perdido la cuarta una parte de su vida pues no hay nada más esencial que el estudio.

Al cabo de un rato, pasaron al lado de unas bellas plantas acuáticas que se balanceaban en la superficie del río. El chico volvió a charlar, interesadísimo en comenzar una charla.

– Me apasiona la botánica y todo cuanto deba ver con el planeta vegetal. Lo sé todo sobre árboles, flores y plantas ¿Sabe algo sobre este tema?

– No, jamás he estudiado nada de eso. No tengo ni la más remota idea.

El joven sabelotodo, respondió nuevamente con soberbia.

– ¡Qué pena! Ha perdido la mitad de su vida. Si se hubiese interesado un tanto por aprender, ahora tendría una visión más extensa del planeta.

La barca proseguía avanzando con rumbo a la otra ribera. El agua era cristalina y, en ocasiones, se veía algún pez atravesando el fondo de arena y piedras.

– Usted está todo el día deslizándose por las aguas ¿Ha aprendido muchas cosas sobre sus peculiaridades y su composición? ¡Me imagino que va a saber mucho sobre ríos y mares!

– Jamás he estudiado sobre eso ni sobre ninguna otra cosa. Me limito a transportar viajantes de un lado a otro para ganarme la vida. Así de sencillo es la cosa, señor.

El barquero empezaba a sentirse un tanto abochornado de su ignorancia. Incluso de esta manera, el insolente joven no se percató de ello y sacó sus conclusiones.

– ¡Qué decepción! Usted no sabe nada de nada sobre lo que le circunda. Siento decirle que ha perdido las 3 cuartas unas partes de su vida. Cuando sea un anciano, se percatará de que no ha sabido aprovechar el tiempo.

Faltaban unos metros finalmente el recorrido en el momento en que una fuerte corriente de agua hizo girar la barca y la lanzó contra una roca. Se oyó un golpe seco en la línea de flotación y la madera se abrió en 2. Comenzó a entrar agua por doquier y, en pocos segundos, el casco de la pequeña embarcación se anegó a alta velocidad. El barquero empezó a chillar.

– ¡Veloz, veloz, señor! ¡Esto se hunde! Debemos tirarnos al agua y llegar a nado a la otra ribera.

– ¡No, no puedo! ¡Auxilio! ¡Auxilio!

– ¿De qué manera que no puede? ¿No sabe nadar?

– ¡No, no sé nadar! ¡Ayúdeme por favor! ¡Ayúdeme!

El joven chillaba agobiado pues el agua le llegaba al cuello. Estaba a puntito de desaparecer bajo los remolinos de agua y la espuma. El barquero no lo pensó 2 veces: dio varias brazadas hacia él y le sujetó de una muñeca de manera fuerte para sacarlo a la superficie. Después, con mucha complejidad, le abrazó por la espalda y tiró de él hasta ponerle a salvo en la ribera.

El chaval llegó a tierra prácticamente inconsciente y tardó unos minutos en regresar en sí. Cuando al fin se recobró del susto, los dos se miraron. Fue el barquero quien charló esta vez.

– Conforme me afirmó ya antes, he perdido 3 cuartas unas partes de mi vida por no estudiar, mas si no fuese por mí, el día de hoy habría perdido la vida entera.

El chaval se ruborizó. Sintió mucha vergüenza por sí solo y, por contra, admiración por ese hombre que había peligroso la vida para salvar la suya. Comprendió que nunca se puede despreciar a el resto por el hecho de que pensemos que saben menos que . De manera frecuente, los conocimientos esenciales son los más esenciales.

© Cristina Rodríguez Lomba

Licenciada en Geografía y también historia. Especialidad Arte Moderno y Moderno.

Registrado en SafeCreative.

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