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Ricitos de oro – Mundo Primaria

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Adaptación del cuento de Robert Southey

Ricitos de Oro era una niña buena y simpática mas demasiado curiosa ¡Siempre y en todo momento miraba y revolviendo las cosas del resto! Su madre en ocasiones se enojaba con ella.

– Hija mía, lo que haces no está nada bien ¿Quizás te agradaría que te cogiese los juguetes del guardarropa o bien me pusiese tus vestidos?

Pero la niña no podía evitarlo ¡Le agradaba tanto mirarlo todo, si bien no fuese suyo!…

Un día de primavera, paseando por el bosque, se distanció de donde vivía por un camino que no era el frecuente. Al menos se lo aguardaba, se halló de frente con una hermosa casa de paredes azules y ventanas adornadas con colorados geranios. Era tan linda que parecía una casa de muñecas.

Le pudo la curiosidad ¡Debía entrar a ver de qué forma era! Por allá no había a absolutamente nadie y la puerta estaba abierta, con lo que sin pensárselo un par de veces, la empujó esmeradamente y comenzó a recorrer el salón.

– ¡Oh, qué casa tan presumida! Está tan limpia y cuidada… Voy a echar una ojeada y me voy a ir.

A Ricitos de Oro le llamó la atención que la mesa estaba puesta. Sobre el frágil mantel de encaje había 3 tazones de leche. Como estaba hambrienta, decidió tomarse la leche de la taza más grande, mas estaba muy caliente. Probó con la mediana mas ¡caramba!… estaba demasiado fría. La leche de la taza más pequeña, en cambio, estaba templadita como a ella le agradaba y se la tomó de varios tragos.

– ¡Uhmmm, qué rica! – pensó relamiéndose Ricitos de Oro, mientras que sus grandes ojos se clavaban en 3 sillas azules mas de diferentes tamaños – ¿Y esas sillas de quién van a ser?… Voy a sentarme a ver si son cómodas.

Decidida, trató de subirse a la silla más alta mas no fue capaz. Probó con la mediana, mas era demasiado dura. De un pequeño impulso se sentó en la pequeña.

– ¡Excelente! Esta sí que es cómoda.

Pero la silla, que era de mimbre, no aguantó el peso de la niña y se rompió.

– ¡Oh, vaya, qué mala suerte, con lo fatigada que estoy!… Voy a ir a la habitación a ver si puedo dormir un rato.

El cuarto parecía muy agradable. 3 camas con sus 3 mesitas ocupaban prácticamente todo el espacio. Ricitos de Oro se decantó por la cama más grande, mas era demasiado ancha. Se bajó y se tumbó en la mediana, mas no… ¡El jergón era demasiado blando! Dio un saltito y se metió en cama más pequeña que estaba al lado de la ventana. Creyó que era la más agradable y mullida que había visto en su vida. Tanto, que se quedó de manera profunda dormida.

A los pocos minutos aparecieron los dueños de la casa, que eran una pareja de osos con su hijo, un piloso y suave osezno color chocolate. Cuando cruzaron el umbral de la puerta, apreciaron que alguien había entrado en su hogar a lo largo de su ausencia.

El pequeño osezno se aproximó a la mesa y empezó a sollozar.

– ¡Oh,no! ¡Alguien se ha bebido mi leche!

Sus progenitores, tan sorprendidos como , le calmaron. Seguro que había una explicación razonable, con lo que prosiguieron verificando que todo estaba en orden. Mientras que, el osezno fue a sentarse y vio que su silla estaba rota.

– ¡Papá, mamá!… ¡Alguien ha destrozado mi silla de madera!

Todo era extrañísimo. Papá y mamá osos con su pequeño, subieron cuidadosamente las escaleras que llevaban a la habitación y hallaron que la puerta estaba entreabierta. La empujaron muy despacio y vieron a una niña dormida en una de las camas.

– ¿Mas qué hace esa niña durmiendo en mi cama? – chilló el osezno, atemorizado.

Su voz despertó a Ricitos de Oro, que cuando abrió los ojos, se halló a 3 osos con cara de malas pulgas que la miraban fijamente.

– ¿Qué diablos haces en nuestra casa? – voceó el padre- ¿No te han enseñado a respetar la amedrentad del resto?

Ricitos de Oro se amedrentó mucho.

– Perdónenme, señores… Yo no deseaba incordiar. Vi la puerta abierta y no pude eludir entrar…

– ¡Largo de acá ya, niña! Esta es nuestra casa y, que sepa, absolutamente nadie te ha convidado a pasar.

Pidiendo excusas una y otra vez, la niña salió de allá abochornada. Cuando llegó al jardín, echó a correr cara su casa y no paró hasta el momento en que llegó a la cocina, donde su madre estaba poniendo unos claveles recién cortados en un jarro. Llegó tan roja que la mujer se percató de que a su hija le había pasado algo. Ricitos de Oro no tuvo más antídoto que contar todo lo sucedido.

Su mamá escuchó atentamente la historia y afirmó unas palabras que Ricitos nunca olvidaría.

– Hija, ahí tienes lo que pasa cuando no respetamos las cosas del resto. Espero que este susto te haya servido a fin de que a partir de ahora, solicites permiso para usar lo que no es tuyo y dejes de husmear lo extraño.

© Cristina Rodríguez Lomba

Licenciada en Geografía y también historia. Especialidad Arte Moderno y Moderno.

Registrado en SafeCreative.

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Más sobre este cuento

El cuento Ricitos de Oro es una historia de origen anónimo que seguramente provenga de Escocia y que fue popularizada por el creador versista británico Robert Southey. La historia trata de una niña, famosa como Ricitos de Oro por su pelo rubio, que a lo largo de un camino por el bosque descubre una casa, propiedad de 3 osos. La familia de osos sale a dar una vuelta mientras que espera que se enfríe la sopa de su comida. De manera casual Ricitos de Oro se encuentra con la residencia cuando no están dentro y decide acceder a ella por curiosidad, sin meditar en las consecuencias.

El cuento Ricitos de Oro ha ido experimentando cambios a lo largo de la historia, sobre todo relacionados con la reacción de los osos frente a la intromisión en su casa por la parte de la niña. La historia ha sido amoldada al cine, la ópera y es uno de los cuentos más populares en G. Bretaña, donde tiene el nombre de «The story of the three bears» (La historia de los 3 osos).

Los osos tienen siempre y en toda circunstancia 3 tamaños y todo en su casa prosigue este patrón. Las sillas tienen 3 tamaños, los cuencos de comida tienen 3 tamaños y las camas asimismo, uno para cada uno de ellos de los miembros de la familia. La familia oso vive en una casa en el bosque y tienen buen carácter; confiado, inocente, ordenado y agradable. Cada uno de ellos de estos osos tiene su cuenco de gachas de avena, una silla y una cama. El clímax de la historia se alcanza cuando los osos retornan. El osezno bebé halla a Ricitos en su cama y chilla, «¡Alguien se ha recostado en mi cama.

El cuento Ricitos de Oro es en ocasiones visto como un cuento con moraleja que da una lección sobre los riesgos de deambular y explorar un territorio ignoto. La historia usa fórmulas repetitivas para atraer la atención del niño y fortalecer el punto de la seguridad y cobijo. El relato se enmarca en general hoy día como un descubrimiento de lo que es adecuado.

Adaptaciones del cuento Ricitos de Oro:

Walt Disney y Metro Goldwyn Mayer estrenó adaptaciones animadas de la historia en mil novecientos veintidos y mil novecientos treinta y nueve respectivamente. Coronet Largometrajes lanzó un corto de acción real en mil novecientos cincuenta y ocho, protagonizada por osos vivos y un niño.

Existe asimismo un episodio de los dibujos animados Looney Tunes en el que es Bugs Bunny el que penetra en casa de los osos, en vez de Ricitos de Oro («Bugs Bunny y los 3 osos», de mil novecientos cuarenta y cuatro).

En la serie Los Simpsons, hay un episodio en el que son Bart y Plana los que, sin saberlo, entran en casa de los 3 osos. Abandonan velozmente en el momento en que se dan cuenta de dónde se encuentran y los osos llegan a casa.

También hay una obra de teatro del cuento Ricitos de Oro de treinta y cinco minutos creada por Kurt Schwertsik, que comenzó en mil novecientos noventa y siete en el Glasgow Royal Concert Hall, como una canción de Jazz de Bobby Troup de mil novecientos cuarenta y seis basada asimismo en el cuento.

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