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La leyenda del múcaro– ⭐Cenicientas.es

La leyenda del múcaro– ⭐Cenicientas.es

En la isla de Puerto Rico, en un bosque habitado por diversas especies de aves, vive el múcaro, un búho pequeño y cantarín que solamente se deja ver por las noches. Una antigua leyenda cuenta que, en tiempos pasados, todas las especies animales se reunían en el bosque para celebrar fiestas llenas de alegría. En una ocasión, las aves fueron las encargadas de organizar la fiesta y decidieron enviar al águila de cola roja como mensajera para invitar a todos los animales, incluido el múcaro.

Sin embargo, cuando el águila llegó a la casa del múcaro, lo encontró desnudo y sin ropa para asistir a la fiesta. Conmovida por su situación, el águila convocó a una reunión urgente entre las aves para ayudar al múcaro. Decidieron que cada ave donaría una pluma para que el múcaro pudiera hacerse un traje y asistir a la celebración. Después de reunir muchas plumas, el águila llevó el regalo al múcaro, quien lo recibió con gratitud y se puso manos a la obra para confeccionar su traje.

La leyenda del múcaro– ⭐Cenicientas.es
La leyenda del múcaro– ⭐Cenicientas.es

El múcaro trabajó arduamente durante una semana para hacer su traje, y cuando finalmente lo terminó, se sintió increíblemente guapo y elegante. En la fiesta, su apariencia causó sensación y atrajo la atención de todos los presentes. Sin embargo, al final de la celebración, cuando llegó el momento de devolver las plumas a sus legítimos dueños, el múcaro sintió pena por tener que desprenderse de su hermoso traje.

En un acto de egoísmo e ingratitud, el múcaro decidió escapar sin devolver las plumas, dejando a sus amigos aves decepcionados y preocupados por su desaparición. A pesar de que lo buscaron por todas partes, el múcaro se había escondido tan bien que nunca más lo encontraron.

La historia enseña una lección sobre la importancia de la generosidad y la gratitud, así como las consecuencias de la deshonestidad y la falta de compromiso. Aunque han pasado muchos años desde entonces, las aves de Puerto Rico aún buscan al múcaro para pedirle que devuelva las plumas, pero él sigue escondiéndose, solo saliendo por las noches para evitar ser encontrado.

Este cuento nos recuerda la importancia de ser agradecidos por los gestos de generosidad y de cumplir nuestras promesas. Siempre debemos valorar lo que recibimos y ser responsables con nuestras acciones.



En el enorme planeta azul en que vivimos hay muchos géneros de búhos. Uno de los más curiosos y cantarines es el múcaro, que es como se conoce a un ave pequeña de ojos redondos que solamente habita en los bosques de la isla de Puerto Rico.

El múcaro tiene una peculiaridad muy especial: a lo largo del día se oculta y solo se deja ver por las noches ¿Deseas saber por qué razón?

Cuenta una vieja historia de leyenda de esta isla caribeña que hace mucho, un buen tiempo, en el bosque se festejaban fiestas muy amenas en las que todos y cada uno de los animales se reunían para cantar, danzar y pasárselo sensacional.

Cada vez que había un festejo, las distintas especies se alternaban para organizar los múltiples preparativos precisos a fin de que todo saliese perfecto. En determinada ocasión este gran honor recayó sobre las aves.

Todos los pájaros, del más grande al más pequeñín, se reunieron en reunión con el propósito de repartir el trabajo de forma equitativa. Como lo más esencial era que las convidaciones llegasen con mucho tiempo de antelación, acordaron mandar como mensajera a la veloz y responsable águila de cola roja.

Encantada de ser la escogida, el águila de cola roja fue casa por casa entregando las tarjetas. A última hora llegó al árbol donde vivía el múcaro, y para su sorpresa, se halló al pobre animal plenamente desnudo.

El águila de cola roja se extrañó mucho y sintió un tanto de apuro que trató de disimular.

– ¡Buenos días, amigo múcaro! Vengo a traerte la convidación para la próxima celebración de animales.

El múcaro reaccionó con poco entusiasmo y ni tan siquiera se incordió en leerla

– ¡Ah, ya veo!… Déjala por ahí encima.

El águila de cola roja creyó oportuno interesarse por él.

– Disculpa la indiscreción, mas veo que estás desnudo ¿Quizás no tienes ropa que ponerte?

El mucarito se ruborizó y totalmente abochornado, bajó la cabeza.

– No, lo cierto es que no tengo nada, ni un simple jersey… Lo siento mucho, mas en estas condiciones no voy a poder asistir a la fiesta.

El águila de cola roja se quedó tan impactada que no supo ni qué decir. Hizo un ademán de despedida y con el corazón encogido remontó el vuelo. Solamente volver convocó una asamblea de emergencia para contar a el resto pájaros la lamentable situación en que se hallaba el pequeño búho.

– ¡Debemos hacer algo de manera inmediata! ¡No podemos dejar que nuestro amigo se pierda la celebración solo pues no la ropa conveniente!

Una cotorra verde de pico color marfil fue la primera en manifestarse en favor del múcaro.

– ¡Por supuesto que sí, entre todos le vamos a ayudar! Escuchad, se me ocurre algo: cada uno de ellos de nosotros nos quitaremos una pluma, juntaremos muchas, y se las vamos a dar a fin de que se haga un traje a la medida. La única condición que le vamos a poner es que cuando la celebración finalice deberá devolver cada pluma a su dueño ¿Qué os semeja?

Si algo caracteriza a las aves es la esplendidez, conque la cotorra no debió insistir; sin más ni más tardar, todos y cada uno de los pájaros fueron arrancándose con el pico una plumita del pecho. Cuando habían reunido unas cincuenta, el águila de cola roja las metió en un pequeño saco y se fue veloz y veloz a casa del múcaro.

– ¡Toma, compañero, esto es para ti! Entre varios amigos hemos juntado un montón de plumas de colores a fin de que te diseñes un traje bonito para ir a la celebración.

El múcaro se conmovió mucho.

– ¿De verdad?… ¡Mas si son bellas!

– ¡Sí lo son! Puedes emplearlas como desees mas ten presente que tienen dueño y deberás devolverlas cuando finalice la celebración ¿Conforme?

– ¡Oh, evidentemente! ¡Mil gracias, es un detalle hermoso! ¡Ahora me pongo a coser!

El múcaro cogió aguja y también hilo y a lo largo de una semana trabajó sin reposo en el corte y confección de su traje nuevo. Se esmeró mucho mas mereció la pena pues, la noche de la celebración, estaba a la perfección terminado. Se lo puso esmeradamente y de qué forma no, se miró y remiró en el espéculo.

– ¡Caray, qué bien me queda! ¿Son imaginaciones mías o bien es que estoy impresionantemente guapo?

No, no eran imaginaciones suyas, puesto que cuando apareció en el convite, su aspecto ocasionó auténtica sensación. Muchos animales se aproximaron a él para decirle que parecía un genuino gallardo y las hembras de todas y cada una de las especies se quedaron prendadas de su elegancia. El múcaro estaba tan orgulloso y se sentía tan atrayente, que se dedicó a pavonearse por todos lados, asegurándose de que su glamur no pasaba inadvertido para absolutamente nadie.

Vivió una noche genuinamente excelente, charlando, bailando y comiendo exquisitos canapés ¡Hacía unos años que no gozaba tanto! Mas nada es eterno y cuando la celebración llegaba a su fin, comenzó a estresarse. Sabía que se aproximaba la hora de devolver las plumas y le daba mucha saña. Ahora que tenía una ropa tan bonita y que le sentaba tan bien ¿de qué forma iba a desprenderse de ella?

Los convidados empezaron a irse a sus casas y creyó que pronto no quedaría absolutamente nadie por allá. En un rapto de egoísmo y también ingratitud, decidió que lo mejor era descabullirse por la puerta de atrás sin devolver las plumas. Miró a un lado y a otro con disimulo, se dirigió al salir sin llamar la atención, y se internó en el bosque.

Poco después, la orquesta dejó de tocar y los camareros empezaron a recoger las bandejas de pasteles donde ya solo quedaban las migas ¡La celebración se daba por terminada!

Los pájaros que habían cedido sus plumas tan espléndidamente procuraron al múcaro por doquier, mas enseguida se percataron de que el muy cojo se había difuminado. Aguardaron dos horas a que volviese e inclusive alguno salió en su busca, mas absolutamente nadie fue capaz de encontrarle, ni tan siquiera en su hogar, cerrado a cal y canto.Del múcaro, jamás más se supo.

Cuenta la historia legendaria que si bien han pasado muchos años, aún en nuestros días las aves de la isla de Puerto Rico procuran al búho ladrón para solicitarle que devuelva las plumas a sus lícitos dueños, mas el múcaro se oculta realmente bien y ya solo a la noche a fin de que absolutamente nadie le halle.

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