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El burro y la flauta – Cenicientas.es

Era un bello día de primavera. En una parcela, un burro se paseaba de acá para allí sin saber realmente bien de qué manera matar el hastío. No había muchas cosas con qué entretenerse, conque conversó un tanto con la vaca y el caballo, comió algo de heno y se tumbó un rato para relajarse, arrullado por el leve sonido de la brisa. Después, decidió acercarse hasta donde estaba el naranjo en flor por si acaso veía algo interesante. Paseaba despacio mientras que iba ahuyentando alguna mosca con la cola.


¡Qué día más aburrido! … Ni una mariposa revoloteaba cerca del árbol. Bajo sus patas, apreciaba la yerba fresca y sentía el aroma de las primeras lilas de la estación. Por lo menos, el crudo invierno ya había desaparecido.


De súbito, sintió algo duro bajo la pezuña derecha. Bajó la cabeza para investigar.


– ¡Ay! ¿Mas qué es esto? ¿Va a ser un palo? ¿Una piedra alargada?… ¡Qué objeto tan extraño!


Ni una cosa ni otra: era una flauta que alguien se había dejado olvidada. Como es lógico, el burro no tenía ni la más remota idea de qué era aquel extraño instrumento. Sorprendido, la miró a lo largo de un buen rato y verificó que no se movía, conque dedujo que no suponía ningún peligro; después, la golpeó un tanto con la pata; el instrumento tampoco reaccionó, con lo que el burro pensó de manera vaga que vida, no tenía. Miedoso, inclinó la cabeza y empezó a olfatearla. Como estaba medio sepultada entre la yerba, una ramita rozó su morro y le hizo cosquillas. Dio un resoplido y por casualidad, la flauta emitió un suave y dulce sonido.


El borrico se quedó estupefacto y con la boca abierta. No sabía qué había sucedido ni de qué manera se habían producido esas notas, mas daba igual. Se puso tan contento que empezó a dar saltitos y a exclamar, henchido de felicidad:


– ¡Qué maravilla! ¡Mas si es música! ¡A fin de que entonces afirmen que los burros no sabemos tocar!


Convencido de su proeza, se distanció de allá con la cabeza bien alta y una sonrisa de oreja a oreja, sin caer en la cuenta de su ignorancia.


Moraleja: El burro tocó la flauta por pura casualidad, mas eso no le transformó en músico. Esta fábula nos enseña que todos, alguna vez, hacemos las cosas bien sin pretenderlo, mas que lo verdaderamente esencial es procurar aprender lo que nos planteemos poniendo auténtico interés y pasión en ello.

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