Saltar al contenido

El águila y el escarabajo – Cenicientas.es

Había una vez una liebre que corría libre y feliz por el campo. Por lo menos se lo aguardaba, un águila empezó a perseguirla sin piedad. El pobre animal echó a correr mas sobre su cabeza sentía la amenazante sombra del enorme pájaro, que planeaba poco a poco más cerca de ella.


En su angustiosa escapada se cruzó con un escarabajo.


– ¡Por favor, por favor, ayúdame! – le chilló ya prácticamente sin aliento – ¡El águila desea capturarme!


El negro escarabajo era pequeño mas muy valiente. Aguardó a que el águila estuviese cerca del suelo y se encaró al ave sin miramientos.


– ¡No le hagas daño a la liebre! ¡Ella no te ha hecho nada! ¡Perdónale la vida!


Pero el águila no se apiadó; separó al escarabajo de un sopetón y devoró la liebre frente a los ojos estupefactos del pequeño insecto.


– ¿Has visto el caso que te he hecho, bicho intrascendente? – afirmó el águila mirándole con menosprecio – A mí absolutamente nadie me afirma lo que debo hacer y menos alguien tan poca cosa como .


El escarabajo, abatido por no haber podido salvar la vida de la liebre, decidió vengarse. Desde ese día, prosiguió al águila a todas y cada una partes y observó atentísimo todo cuanto hacía.


Llegó el día en que al fin tuvo la ocasión de hacer abonar al águila por su atrocidad. Aguardó a que se ausentase, fue al nido que tenía en lo alto de un alcornoque y también hizo rodar sus huevos a fin de que se rompiesen contra el suelo. Y de esta forma una y otra vez: cuando el águila ponía sus huevos, el escarabajo repetía exactamente la misma operación sin que el ave pudiese hacer nada por evitarlo.


Al águila, que se sentía impotente, se le ocurrió recurrir al dios Zeus para implorarle ayuda ¡Ya no sabía qué hacer para poner sus huevos a salvo del escarabajo!


– Vengo buscando protección, mi querido dios – le afirmó a Zeus.


– Yo te asistiré. Dame los huevos y colócalos sobre mi regazo. Con mis fuertes brazos los sostendré y nada deberás temer. En unos días, de estos huevos van a salir tus hermosos polluelos y vas a poder volver a procurarlos.


El águila hizo lo que el dios le planteó. Puso uno a uno los 5 huevos sobre los brazos de Zeus y respiró con calma, esperando que esta vez, todo saldría bien. Mas el escarabajo, que asimismo la había seguido hasta ese sitio, veloz halló la manera de hacerlos caer nuevamente.


Fue a un campo próximo y fabricó una bola de estiércol. La sujetó entre sus patitas y echó a volar. Si bien le costó mucho sacrificio, logró ascender altísimo y cuando estuvo muy cerca de Zeus, le lanzó la bola a la cara. Al dios le dio tanto asco que sin caer en la cuenta viró la cabeza y levantó los brazos, soltando los huevos que sostenía.


El águila empezó a plañir y miró abochornada al escarabajo, al fin presta a solicitarle perdón.


– Está bien… Reconozco que me porté fatal… – murmuró – Debí disculpar la vida a la liebre y me arrepiento de haberte tratado a ti con menosprecio.


El escarabajo se percató de que el águila estaba verdaderamente arrepentida y desde ese instante respetó los huevos a fin de que naciesen sus crías. Pese a todo, por toda la región se corrió la voz de lo que había sucedido y por si las moscas, las águilas ya no ponen huevos en la temporada en que salen a volar por el campo los escarabajos.


Moraleja: nunca hay que menospreciar a alguien pues parezca pequeño o bien enclenque. La inteligencia no guarda relación con el tamaño o bien la fuerza.

¡Haz clic para puntuar esta entrada!
(Votos: 0 Promedio: 0)